Por Mauricio Alvarez Mora & Fabián Pacheco Rodriguez
Como se diría popularmente, una dosis de “Ubicatex” le propinó la diplomacia noruega al Gobierno de Costa Rica, quien pedía ayuda técnica para cuantificar los yacimientos de petróleo “sin explorar”. Parece que el Gobierno no sabía, ni técnicamente ni políticamente, lo que solicitaba, ni mucho menos entendía de fondo las implicaciones políticas de su propia solicitud.
No es de extrañar, porque el tema de exploración petrolera
ha sido más rentable como objeto de deseo y estrategia discursiva que se usa a
discreción para hacer propaganda para unos y otros. Por años, el tema se ha
usado para ilusionar con números que nada tienen que ver con el contexto actual
de emergencia climática y la consecuente transición energética.
Noruega dijo entre líneas —y al buen entendedor pocas
palabras—: “vean, ubíquense. Ya este tren no solo salió, sino que viene de
vuelta con energía renovable”. Le dice entre paréntesis que para el mundo vale
más el mito de Costa Rica verde que la politiquería del Gobierno de turno. Es
más, la embajadora dijo algo que debería preocupar más al Gobierno: “Hemos
cooperado durante muchísimos años en estos temas porque Costa Rica siempre fue
uno de los países más progresistas en estos temas y nosotros esperamos que siga
así” (Semanario
UNIVERSIDAD). Ese “fue” y ese “esperamos” revelan cuánto se ha alejado el
actual Gobierno de esa imagen siempre llena de contradicciones, pero que a los
anteriores Gobiernos, al menos, les preocupaba mantener discursivamente.
Los otros países entienden mejor que el propio Gobierno
costarricense que, en un planeta que se cocina a fuego medio, el mundo necesita
más a la Costa Rica Verde. Es decir, necesitan más a Costa Rica como un ejemplo
utópico que darle pelota al Gobierno y sus “des-Chaves”.
Los noruegos fueron muy diplomáticos diciendo: “vengan, vean
cómo funciona en la vida real el modelo”, que es una panacea para los
defensores ticos del petróleo y que ellos, como nación, han trabajado por
alejarse desde el minuto uno que encontraron petróleo. Qué vergüenza que tenga
que hacer ese papel Noruega y más pena el papel del Gobierno que se hace el
desentendido, pretendiendo buscarle un Gobierno sustituto para hacerle la misma
torpe solicitud que le hicieron a Noruega.
Y no es que Noruega no esté interesado en sacar petróleo
fuera de su país, pues tiene un gran interés geopolítico en la región
Latinoamericana donde se concentra en la explotación de yacimientos ultra
profundos mediante Equinor (la reconversión disque “verde” de la petrolera
estatal noruega antes llamada Statoil). De hecho, Noruega es protagonista de la
ampliación de la frontera offshore en Argentina, México y Brasil. No
es casualidad que el principal proyecto fuera de Noruega se ubique en Brasil,
en el yacimiento Peregrino, ubicado mar adentro de Río de Janeiro, en el
megayacimiento de aguas profundas del presal (Observatorio Petrolero Sur, 2-7-20).
Es decir, que la excusa que dio la diplomacia Noruega no tiene nada que ver con la realidad porque tampoco tuvieron problemas para firmar un contrato con el Gobierno de Nicaragua para buscar petróleo —a pesar de que se malogró el acuerdo por razones poco claras—. Esto evidencia que la preocupación de los noruegos es otra y, evidentemente , tiene que ver con la mala reputación que le puede generar ser el país que contribuya a eliminar la moratoria petrolera en Costa Rica que está resultando ser más importante para el mundo que para el Gobierno actual.
Señores y señoras del Gobierno: ¡No todo es dinero en esta
vida!, ¿cuánto valen las lapas verdes de Costa Rica?, ¿cuánto vale la
biodiversidad que piensan sacrificar en el altar de la explotación petrolera y
de gas?, ¿vale la pena un derrame de petróleo en Costa Rica con tal de
“mejorar” el PIB? Las recientes declaraciones del presidente Chaves, donde
resume su penoso análisis de economía jurásica en una simple suma y resta de
mentalidad extractivista, demuestra que no comprende lo que significa ser presidente
de uno de los países megadiversos más importantes del planeta.
Lo que no dice el presidente son los costos y
externalidades, el cambio climático y otros temas de economía ecológica que
ignora. Tampoco dice que lo que quieren hacer es maquillar y legitimar los
números alegres que publicitaba el exministro Dobles y que defendía en su
millonario contrato fallido con las petroleras, donde pretendía asegurar para
él y su familia el 3% de lo ganado con la extracción del crudo costarricense (La Nación 22-1-24).
Cualquiera que conozca lo mínimo de petróleo, o que sepa
usar un buscador de internet, sabe que sin hacer “los huecos” o sin emplear
“técnicas invasivas” —como ha dicho populistamente el Gobierno— los resultados
de una exploración por sensores remotos son insuficientes para constituir una
base técnica-científica y se prestan más para seguir haciendo politiquería, lo
cual encaja perfecto en el actual modo de desgobernar de esta administración.
Costa Rica es un país megadiverso y no puede ser sacrificada
su riqueza natural para alimentar el bolsillo de unas cuantas empresas
extractivistas, convirtiendo este santuario de vida en un enclave petrolero. La
pregunta no es “¿cuánto vale el petróleo de Costa Rica?”. La pregunta es:
“¿quiénes nos quieren vender, y a quiénes?”.
Esperemos que esta sea una importante lección para el
Gobierno actual y para las otras empresas o Estados a los que pretende insistir
la actual administración para que nos ayude a volver a las cavernas y destruir
la esperanza de otro futuro posible para la humanidad. Estamos seguros de que
no encontraran a nadie con reputación medianamente decente que acepte pagar el
precio al que hoy renunciaron sabiamente los noruegos.
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