sábado, 8 de abril de 2006

Moratoria minera: mentira a cielo abierto




Por Mauricio Álvarez Mora.

Desde la década de las 90 compañías mineras han intentado la exploración y explotación de oro atraídas por el bajo costo y por los controles ambientales mínimos en nuestro país. Miramar, San Carlos y Talamanca han sido blancos de estos intereses, contra la resistencia de los habitantes de estas comunidades a lo largo de estos años.

Producto de esta lucha se ha detenido parcialmente esta amenaza al punto que el Gobierno de Pacheco decretara una moratoria a la minería de oro a cielo abierto, en mayo del 2002. Sin embargo, esta moratoria no cubrió a las compañías que ya tenían lo que ellos llaman derechos adquiridos. Dicho de otro modo, el Gobierno admite que existen en nuestro país derechos adquiridos para contaminar y para perjudicar la calidad de vida de las comunidades.

Este fue el caso de Miramar, donde, con un permiso de 1956, se dio a una empresa el permiso para explotar un área de 18 hectáreas en esta localidad, para extraer, por un período de 99 años, todos los minerales que existieran.

Desde 1996 la empresa Río Minerales, subsidiaria de la canadiense Glencairn Gold, se interesó por la zona del cerro Bellavista, 2 km al noroeste de Miramar, cabecera del cantón. El total del terreno adquirido por la empresa es de 1.067 hectáreas, de las cuales 17 se destinarían a la extracción de 60.000 onzas de oro al año, durante un tiempo estimado de ocho años.

El proyecto cuenta con la viabilidad ambiental otorgada por la Secretaría Técnica Nacional del Ambiente (SETENA) desde el 30 de enero 2001 mediante la cuestionable homologación de un Plan de Gestión al Estudio de Impacto Ambiental. La aprobación del Plan de Gestión se hizo a pesar de la oposición comunal.

Este plan de gestión no tomo en cuenta aspectos como el suministro de agua para consumo humano en Miramar y sus alrededores e ignoró la advertencia de expertos internacionales sobre la inminente producción de drenaje ácido que liberaría metales pesados hacia el Golfo de Nicoya, humedal y estuario situados a escasos 14 km del sitio de la mina, poniendo con ello en riesgo la subsistencia de más de 5 mil pescadores artesanales y la exportación de productos marinos procedentes de esos ecosistemas marinos.

La Mina Bellavista empezó a operar sin permisos municipales en diciembre del año anterior, por lo que se le impuso una multa de ¢3 millones. Pese este negativo precedente, finalmente el Consejo Municipal de Montes de Oro, el lunes 9 de febrero, otorgó el permiso para construir las cuatro algunas necesarias en el proceso de separación del oro.

La labor de educación, denuncia, resistencia de las comunidades de Miramar es encabezada por la Asociación Comunidades Ecologistas Usuarias del Golfo de Nicoya (CEUS) y por organizaciones como el Foro Popular Ambiental y la Asociación Ecologista Yisky.

Hoy gracias, con la complacencia del MINAE que facilitó la operación ilegal de esta empresa minera, se pone en evidencia la retórica ambiental de la presente administración al decretar una moratoria que no resuelve estos graves riesgos. La oposición a la Minería de Oro a Cielo abierto es general en todo el territorio Nacional y la moratoria debe ser una realidad alcanzada por las comunidades mediante todos los mecanismos pacíficos.

La minería a cielo abierto es una actividad industrial del más alto impacto ambiental, social y cultural. Esta implica la remoción de la capa superficial para hacer accesibles los yacimientos de mineral. Para obtener un gramo de oro se necesita remover una tonelada de material, contaminación del aire, afectación de las aguas superficiales e impacto sobre la fauna y flora. Además, utiliza, de manera intensiva, grandes cantidades de cianuro, una sustancia muy tóxica, que permite recuperar el oro del resto del material removido.

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