Por Mauricio Álvarez Mora, docente UCR, UNA y ecologista
La vida se abrió paso y germinó en un huerto de semillas que Silvia colectó, germinó y resguardó con esmero. Cuidó esas semillas de conocimiento para que personas que nunca la conocieron pudieran cosecharlas, mejorarlas, traficarlas o compartirlas con otras que tampoco conocerán. En ello está la bondad de la vida y la razón para defenderla: en esa cadena interminable de ciclos que nos conecta con personas y experiencias invisibles pero vitales; en la certeza de que no todo está escrito o determinado, y de que la incertidumbre -cuando se trabaja por la naturaleza y el bien común- se llena de caminos y tramas posibles.