viernes, 22 de agosto de 2025

Un bosque llamado Juan Figuerola


Por Mauricio Álvarez Mora, ecologista

Anoche, en la inmensidad de la galaxia, nació un bosque: Juan Figuerola Landi. Un ecologista hecho de raíces, pedales, risas y alas, defensor incansable de los bosques y de toda forma de vida.

Con su bicicleta, atravesó las calles de San Pedro, llevando en su bolso puñados de papeles, mapas, oficios de esperanzas y sueños compartidos. A pie o pedaleando, siempre estuvo junto a las comunidades que defendían los bosques, los humedales, la zona marítimo-terrestre, la cultura indígena, campesina y pescadora, las islas y cada rincón sagrado que merece ser protegido. En lugares humildes y desconocidos hay árboles, ríos y trillos. Todos ellos llevaban la huella de su presencia silenciosa y firme.

Su legado no reside únicamente en decretos, leyes, artículos o boletines; su huella vive en los árboles de la Península de Osa , en las islas del Golfo de Nicoya, en el sueño de un transporte urbano más limpio y justo, en cada pedaleada compartida y en cada resistencia colectiva. Su voz seguirá retumbando: ¡saquemos los tractores del bosque!.

La energía de Juan late todavía en muchos rincones de la Costa Rica profunda y auténtica, en los ecosistemas, en las comunidades, en los caminos que recorrió con sus luchas y su amor terco por la vida.

Con el boletín La Hoja, con el Colectivo de Ciclistas Urbanos, con los COVIRENAS, con el Grupo Bosque de FECON, con Bosques Nuestros y con el Frente Nacional por los Bosques, Juan fue semilla, jardinero y arquitecto de innumerables luchas socioambientales. Fue un ecosistema de sueños, un mapa de resistencias y un faro que ilumina, hoy y siempre, la defensa de la Tierra y el futuro de quienes la protegen.

Nos queda su ironía, sus quijotadas, el compromiso, la amabilidad, la hospitalidad, la risa de siempre, la buena vibra y su ternura escondida en la firmeza de su mirada. Nos quedamos con su amor genuino por toda forma de vida, con la adrenalina de recorrer las calles de San José en bicicleta en hora pico, y con parte de su locura que nos hizo la vida más incómoda… pero también más sabrosa.

Hoy lo despedimos con gratitud infinita. Abrazamos a Milagros, Francisco y sus hermanos, para que sientan que el amor que Juan sembró siempre queda, siempre fluye, distinto, amorfo, incomprensible, pero presente.

Este mundo le debe mucho a personas como Juan; nosotros le pagamos continuando su pedaleo por la vida, sembrando bosques, defendiendo comunidades, acompañando ríos y humedales, compartiendo saberes y luchas.

Cuando necesitemos luz para defender un bosque, una comunidad costera o un ecosistema amenazado, recurriremos al bosque que Juan habita ahora, ese bosque que crece con nuestras acciones, contradicciones y sueños. Y ahí, entre raíces invisibles y ramas de memoria, nos recibirá con un gran plato de alimentos, con la cumbia de Juaneco y su Combo, con su risa, y con la certeza de que la vida merece ser defendida, celebrada y cuidada.

Hasta siempre, Juan. Tu bosque sigue creciendo entre nosotros.

4 comentarios:

  1. Que bien escrito. Siempre tan bonitas palabras.
    Un saludo Mauricio. Cuídate mucho.

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  2. Nos vemos en el bosque Juan, siempre harás falta!

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  3. Juan seguirá vivo en el bosque y en la verdad con la que siempre habló

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