Por Mauricio Álvarez, Henry Picado y Fabián Pacheco
Mientras las nuevas generaciones
se aprestan a dar una de las batallas más trascendentales para la humanidad,
otros -los que ya vivieron la mayoría de su vida- quieren precipitar la debacle
climática del planeta al insistir en reactivar la explotación petrolera en
Costa Rica.
La propuesta “Aprovechamiento de los Recursos Energéticos Nacionales” -léase correctamente: explotemos el petróleo, exportemos electricidad y debilitemos el MINAE-, que sería sometida a referéndum si logra el 5% de firmas del padrón electoral, es un claro proyecto de testamento para la salud del clima del planeta. De concretarse semejante retroceso, mataríamos nuestra verdadera gallina de los huevos de “oro”, ya que la verdadera riqueza de Costa Rica está en su biodiversidad y en la gente que la resguarda. La propuesta señalada nos llevaría a lapidar la inspiración que ha generado Costa Rica a nivel internacional en ser libre de este tipo de extractivismos. Estas añejas y cavernarias propuestas de acabar con el futuro en un momento en el que hay que apostar por las nuevas energías y la protección de la biodiversidad solo pueden ser ocurrencias oscurantistas y desfasadas.
El “referéndum petrolero” estará
sentado sobre una posibilidad remota: la improbable existencia de petróleo en
Costa Rica. Ni siquiera los impulsores de esta falacia pueden asegurar de forma
certera que hay petróleo en este país. Al mismo tiempo, es evidente el deseo de
cambiar la estructura del gobierno central para hacer de Costa Rica un enclave
extractivista; es decir, hay gato encerrado.
Los supuestos del proyecto
presentan la misma colección de números alegres que se puede hacer con
cualquier calculadora y que acompañaron las intenciones de pasados intentos de
explotación petrolera, todos rechazados mediante estudios científicos, dictámenes
técnicos, recursos legales y con organización social.
¿Cuántos chunches, televisores,
trenes, casas o más carros podríamos tener o hacer? Todos estos números alegres
lo que no nos muestran son los costos ambientales que traería esta industria
para la sociedad, los ecosistemas y la maltrecha atmósfera. Precisamente las
anteriores intenciones para esta actividad arrojaron mayores costos socio
ambientales que los mentados y supuestos beneficios.
La sociedad costarricense llegó a
un importante consenso de que nuestro desarrollo no debe basarse en la
industria extractiva. Este consenso fue ratificado por una moratoria petrolera
en la administración de Abel Pacheco. Óscar Arias se negó a firmar el contrato
con la Mallon Oil. Laura Chinchilla amplió el decreto hasta el 2021 y la
moratoria también fue ratificada durante la administración Solís y por la
actual administración hasta el 2050.
Imagínense a los turistas viendo
plataformas de explotación petrolera en la costa y sus típicas mareas negras de
brea tapizando de inmundicia la arena blanca del Caribe… ¿Acaso se les olvida
cuál es la principal fuente de divisas que tiene nuestra economía?.
La compleja propuesta para
activar la exploración petrolera está acompañada por un extenso proyecto que,
además, tiene muchos otros caballos de Troya, como sería la legalización del
estatus de transnacional para el ICE, para la exportación eléctrica, y de
RECOPE. Esto sería una clara contradicción frente a otra propuesta de
referéndum para acabar con el monopolio de RECOPE. Este aspecto deja ver que
este proyecto no está diseñado buscando la soberanía energética, sino para
sumar energía a los circuitos transnacionales.
Tanto al ICE como a RECOPE se les
fortalece; pero con la clara visión de exportar nuestros recursos energéticos y
negociar fuera del país, para abaratar los costos y hacer transacciones con
grandes consumidores eléctricos. Sin embargo, evidentemente esto tendría costos
muy altos para las comunidades en materia de calidad ambiental, que no
compensan los beneficios. Estos negocios terminarían siendo confites en el
infierno.
El proyecto no aclara qué hacemos
con el petróleo sin poder refinarlo aquí. Tampoco se aclara si RECOPE extraerá
petróleo de la Amazonia y y lo traerá para refinarlo en el país. No se sabe en
qué refinería ni a qué costos ecológicos ni económicos. Encontramos que el
proyecto deja la posibilidad de extraer petróleo de cualquier parte del mundo
(art.14). Lo anterior implicaría volver a dar la discusión sobre si construir o
no una nueva refinería. Por supuesto que estos costos no están incluidos en los
números alegres que plantea el proyecto.
Costa Rica empezaría a ganarse la
fama de buscar nuevos horizontes con su compañía petrolera con fines de
destrucción ambiental. Sería un sórdido escenario: ver empresas del estado
costarricense envenenando mares, ríos y destruyendo recursos de comunidades
locales en otras latitudes. Siempre que sucede igual, pasa lo mismo: La
explotación petrolera es sencillamente una brutal agresión contra el ambiente y
su gente. ¡Qué gran daño para la imagen del país ecológico que hemos intentado
construir! Vemos en el horizonte a las nuevas generaciones de costarricenses
enfrentando demandas internacionales por daños ambientales, a causa de esta
cruzada oscurantista hacia energías que en unos pocos años ya serán obsoletas y
anticuadas. ¡Y Dios guarde se dañe alguna “platina” de una torre petrolera
fuera de Costa Rica!
También hay que aclarar que Costa
Rica no tendría el petróleo a su disposición inmediatamente, una vez aprobada
la ley. El país tendría que pasar por una larga etapa de prospección, con
grandes impactos, ambientales, sociales y económicos. El país estaría cargando
con ese costo, al mismo tiempo que sigue importando petróleo durante mucho
tiempo. Esto sin ninguna certeza de que se encuentre el oro negro en el
territorio nacional. Esto hace que esta idea aventurera sea aún menos
conveniente en tiempos de crisis económica.
El proyecto propone un complejo
andamiaje de seudo-estatismo; pero que se conoce muy bien en la industria
petrolera, donde a pesar de que el petróleo sería de dominio público, el
segmentado proceso industrial y la compleja arquitectura del negocio lo hacen
las empresas de servicios, concesionarias, comercializadoras y trasnacionales.
Es un negocio privado que gana a mano suelta mientras los impactos ecológicos y
sociales son internalizados.
La propuesta busca crear un
Ministerio de Energía separando las direcciones del MINAE que actualmente tiene
relación con la energía y la minería. Es el viejo sueño de los extractivistas
de salirse del área ambiental para poder volver a las cavernas. Además, el
proyecto establece nuevas competencias para la ARESEP y la reforma de decenas
de leyes para consolidar el cambio y dejar el MINAE sin la “e” de energía.
En el portal web del Tribunal
Supremo de Elecciones ni siquiera está colgado el texto del proyecto petrolero.
Mientras tanto, se andan recogiendo firmas para el referéndum cuando poca gente
conoce el contenido de la propuesta. Hemos obtenido copia del texto por medio
del mismo autor, a solicitud nuestra y por interés propio. Pero si se lograra a
dar este referéndum, será oscuro y poco democrático. Al tiempo que el resto del
mundo discute como reducir la quema de petróleo y migrar hacia otras
alternativas, en Costa Rica se salieron de las cavernas retrógrados
trasnochados irrespetando algo que ya fue discutido y acordado. Costa Rica ya
decidió dejar el petróleo bajo tierra y liderar en temas ambientales.
Es urgente dejar los combustibles
fósiles bajo tierra, dejar que el planeta se enfrié, dejar de quemar
combustibles fósiles. Ya no hay tiempo para devolverse a este tipo de
discusiones estériles y que retardan las decisiones y acciones que se necesitan
para ayer.
¿Vamos a quemar el petróleo de
Costa Rica, si es que lo hubiera y si es que fuera de buena calidad? ¿Vamos a
quemar la atmósfera y el futuro de los que aún no han nacido, para después,
cuando se acabe, empezar a buscar alternativas energéticas una vez el agotable
recurso llegue a su fin? ¿O vamos a buscar y liderar desde ya la búsqueda de
alternativas para algo que, de por sí, se va a acabar?
Después de una cumbre del clima,
de planes para reducir la dependencia del carbono esta propuesta es una
invitación a volver a la barbarie y al pasado. Ya se sabe que la tierra es
redonda y no plana, y ya se sabe que, de seguir quemando petróleo, no habrá
futuro. Flaco favor haríamos en darle publicidad a este disparate del anticuado
oro negro. No debemos darle pelota a una sola persona que, con intereses
particulares, quiera devolvernos 20 años en una discusión que ya pasó. Llamamos
a las nuevas generaciones a organizarse y a pelear por su futuro. A los que ya
jugaron y no aportaron en su momento les decimos que no sean tan inconscientes
y dejen a las futuras generaciones las posibilidades y las condiciones para la
sobrevivencia.
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