miércoles, 25 de noviembre de 2015

En defensa del maíz


Por Mauricio Alvarez Mora. 
Hace ya tres años un grupo de activistas ecologistas decidimos iniciar una caminata en defensa del maíz y en contra las intenciones de MONdiablo.
Éramos pocas personas pero locas, ¡si no se puede vencer a esa compañía! lo sabíamos, pero también teníamos en nuestros genes maíz indígena que nos golpeada la dignidad.

Nuestras causas son de locura pura, porque tienen una fuerte conexión espiritual que muchas veces ni comprendemos ni nos percatamos y es que en el fondo lo que hacemos es renegar de una racionalidad de muerte naturalizada. Nunca dejamos de caminar por trillos nuevos, unos más sinuosos, otros más empinados, pero fácil no es el camino. Andamos pero no solos, caminamos en manada, unos somos más feos que otros y más raros que feos, porque en la diferencia y exótico encontramos lo sabroso y lo interesante.

Una especie de contagio sucedió a nuestro paso, el amor y la solidaridad se convierten en el mejor virus que acaba con el capitalismo y la indiferencia. Descubrimos que a la gente la golpeaban los mismos genes de maíz ancestral. Escuelas nos recibían, municipalidades, grupos de mujeres y quien pasaba cerca estaba en contacto alguna conexión cósmica o mínimo se reía, claro de la pinta chancleta-hipi-loca, por último ya reídos algo les quedaba en la cabeza.

De la caminata hasta nació un niño, un pequeño Zapata que se fabricó o encubó a la luz del sol de la pampa o cobijado con las estrellas de Esparza. Mucho amor. Es bueno ser "chancleta" si esa etiqueta significa no medir las consecuencias de nuestros actos, de otra manera seríamos un consumidor "satisfecho" más, satisfecho muy entre comillas.

En San José crecía un grupo de seguidores y los que caminamos virtualmente, preparamos un banquete de recibimiento. El resto es una historia que está escrita en decenas de actas municipales en decretos y en medios de comunicación. La locura de este caminar invocó la esperanza para Argentina, Ecuador, Mexico, India y muchos otros lugares que se niegan a someterse a la dictadura de Monsanto.

Si había duda de nuestra herencia de maíz, si había algún temor de que se agotara en un paquete de torti-ricas, con los pasos dados quedó claro que la poderosa dignidad del maíz ancestral sigue viva en los genes de los que vienen, en la memoria cósmica que hila la vida, la que aún no está escrita, en esos pequeños arrebatos que hacen posible la transformación para hacer un mundo mejor.

¡Felicidades caminantes y activistas maiceros y maiceras!

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