Por Mauricio Álvarez Mora.
En términos del ambiente, las
represas provocan una serie de consecuencias directas y significantes; también
repercusiones sutiles, a veces no previstas, pero serias. Un río, sus
tributarios y quebradas son una entidad viva, un sistema de vida de partes
interactivos de dependencia mutua, análogo a un cuerpo vivo. El sistema del
río, y los animales y plantas que albergan, son conectados por medio del flujo
de agua, el cual afecta procesos físicos, químicos, y biológicos.
La creación de una represa
significa un cambio profundo para el flujo de la fuente de vida de este sistema,
es decir, el movimiento del agua. Al embalsarlo, el flujo de agua hacia abajo
disminuye o se para completamente, causando la muerte de esa parte del río, y
cortando conexiones entre el sistema.
La interrupción de flujo afecta
poblaciones migratorias, así como a las especies que dependen de ellas. Por
ejemplo, en la vertiente atlántica, existen especies de peces populares para
pescar como el sábalo real y el róbalo que hacen migraciones anuales hacia
arriba y abajo, para reproducirse y crecer. Un bloqueo de su vía acuática significa
que no pueden cumplir estas críticas etapas de sus vidas. La separación de
poblaciones, sea de peces, insectos acuáticos, camarones de agua dulce, u
organismos ni siquiera conocidos por nosotros, produce un bajonazo poblacional,
facilitando una cadena de efectos negativos para ellos tanto como las especies
con que interactúan. Para los peces, un bajonazo poblacional implica una
erosión genética y, por eso, una mayor posibilidad de extinción. Las especies que
interactúan con los peces (como, por ejemplo, las nutrias que se alimentan de
peces) sufren debido a la carencia de alimento. Otras especies, como insectos
cuyas poblaciones son reguladas por la depredación por parte de los peces, escapan
de control, y pueden llegar a tamaños poblacionales exagerados.
Las represas también paran la
dinámica del caudal –inundaciones y bajadas naturales– que hace posible
diversas formas de vida. Por ejemplo, las orillas de ríos atraen una gran
cantidad de pájaros (¡y pajareros detrás de ellos!), como la garza del sol que,
debido al lavado natural, pueden encontrar presa expuesta en la arena y piedra.
El cambio del caudal natural resulta así en la pérdida de áreas importantes de
alimentarse de los pájaros.
Más arriba de una represa, el
ecosistema experimenta otros efectos ligados con la inundación debida al
embalse. El agua embalsada detrás de la represa cubre áreas que previamente albergaban
organismos que dependen del hábitat terrestre o de las quebradas y pozas
adyacentes al río. La tierra firme y los canalillos de aguas desaparecen en una
laguna, y desaparecen en conjunto con ellos animales que reproducen o viven en
ellos. Por ejemplo, la rana warszewitschii, que ahora existe en franjas
angostas –habiendo perdido grandes partes de su hábitat original– dependen de
estas áreas que se disuelven con la creación del embalse.
Mientras algunas especies
desaparecen debido al embalse e inundación, se crea un hábitat especial y una
vía excelente para la introducción de organismos no nativos, cuya presencia
puede impactar negativamente las especies nativas. Por ejemplo, peces nativos
sufren extinciones con las introducciones intencionales de tilapia, debido a su
mejor competitividad. Igual, la introducción de la planta lirio de agua en
Centroamérica ha precipitado la pérdida de plantas nativas y, a la vez, ha
creado hábitat para zancudos.
El efecto de represas tiene un
alcance largo, inclusive hasta la costa del mar donde las alteraciones del
flujo de nutrientes y sedimentación pueden afectar manglares, playas y la costa
en general. Bajo condiciones naturales, un río lleva sedimentos y nutrientes,
que son depositados en los bordes a lo largo de su corrida al océano, si no son
atrapados en los embalses de represas. Los sedimentos son especialmente
importantes en la creación de manglares, caracterizados por su alta
productividad, la cual hace posible, entre otras cosas, la producción comercial
de camarones. La sedimentación es también crítica para el mantenimiento de
playas, las cuales se encogen y desaparecen si las represas previenen el flujo de
agua y materiales.
La construcción de represas, y la
infraestructura asociada, tanto como la maquinaria misma, tienen sus propios
impactos. En la construcción, hay contaminación directa por medio del material que
se bota al río y los bordes.
Caminos construidos para acceder
y mantener la represa y las instalaciones, pasan muchas veces por rutas
previamente prístinas. Esto implica la destrucción del hábitat y también expone
el área a diferentes tipos de presiones. El daño sigue: el mecanismo específico
utilizado por las plantas hidroeléctricas puede causar la muerte de organismos,
por ejemplo, los que se atrapan en la tubería o en las turbinas.
Urge una priorización en el uso
indiscriminado que se está proyectando para hacer plantas hidroeléctricas en
Costa Rica. Hay cuencas que deberían mantenerse libre de este tipo de
desarrollos, tomando en consideración numerosas variables ambientales con la
participación de técnicos y científicos, no sólo para causar un mínimo impacto
en la biodiversidad y ecología de ríos, sino también en consideración de una
industria limpia como el turismo naturalista, riego y otros usos.
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