martes, 26 de abril de 2022

Una feria indígena para volver al futuro



Por Mauricio Alvarez Mora.

 El pasado 26 de marzo, la Feria Indígena Ngäbe-Comte Burica en la comunidad de las Vegas de Rio la Vaca o Noviribotdä, fue un momento y un lugar inspirador para cerrar un ciclo largo de 30 años de mi vida e iniciar otro. Justo el año pasado, cumplí esa misma cantidad de tiempo de ser ecologista, y lo celebré con un intento de sistematizar artículos, investigaciones y otros aportes en un blog.

Luego de 30 años transcurridos desde la campaña “500 años de resistencia indígena, negra y popular” la cultura Ngöbe florece en Comte Burica. Nuevas generaciones han crecido en la cosmovisión y la tradición ancestral de su pueblo. Foto: del autor del artículo, Mauricio Alvarez.

Ambos ciclos están relacionados gracias a los aprendizajes y experiencias particulares con comunidades indígenas que dejaron. Hace tres décadas, al calor de la campaña “500 años de resistencia indígena, negra y popular” como parte de la Asociación Ecologista Costarricense (AECO), inicié este camino sin tener mucha conciencia de dónde y qué lecciones de vida me esperarían.

La interseccionalidad entre el ecologismo y las luchas de los pueblos indígenas ha sido clave para “des-elitizar” y nutrir este movimiento, y separarlo de la visión colonialista que muchas veces implica. Sin esa conciencia en aquel momento, el ecologismo local no hubiera alcanzado la claridad y la incidencia en importantes luchas que se dieron en estas décadas.

Esa conciencia la tuvieron personas como Oscar Fallas Baldi, quien dio su vida por buscar alianzas y construir ese ecologismo más popular con los sectores indígenas, campesinos, feministas, urbanos, etc. Gracias a este contacto cercano en el camino, comunidades y personas indígenas nos enseñaron (y aún lo hacen) a amar y aprender de la naturaleza. Además, dentro de esta pedagogía, se transmite una enseñanza liberadora que le pone mística y una escala humana de larga data a las luchas por la vida.

Con los pueblos indígenas nos hemos acompañado en las buenas y en las malas, con el valor de la solidaridad y aprendizaje mutuo. Recordar esos trillos que caminamos juntos y ponerlo en el gran ciclo de la vida nos da esperanza de otros futuros posibles. La ancestralidad nos ayuda a poder leer un mapa más grande y ver que es posible superar la depredación y destrucción capitalista que impera en este planeta, y que será intrascendente en las escalas de la naturaleza.

La feria de Comte Burica no solo fue una experiencia renovadora y motivadora, sino que, sin saberlo, fue un vértice de muchos caminos que se encontraron: la agricultura orgánica, la importante labor de formación del INA en ese campo, la acción social del programa Kioscos Socioambientales de la UCR, el ecologismo social y político, la escuela y trabajo del AECO, pero, sobre todo, la intersección en tiempo y espacio de la fuerza humana del amor y la lucha.

Volví a conectarme con Oscar Fallas Baldi a través del cariño de los abuelos y abuelas que recordaban con tanto aprecio el trabajo que realizó en estas comunidades; recordar las luchas por la cedulación a inicio de los noventa, de cómo la lucha de los 500 años fue definitiva para todas las otras luchas que vinieron después, las caminatas por tierra autonomía que tuvieron su origen en las comunidades Ngäbe del Sur.

Recordamos con cariño a don Faustino Montezuma de los Altos de San Antonio, cuando nos recibieron en casa presidencial, en el gobierno de Miguel Ángel Rodríguez quien no quería dar la cara. En cambio, vinieron con galletas y refrescos a lo cual don Faustino con una dignidad y solemnidad grito: ¡aquí no venimos a comer galletas y refrescos, no caminamos 300 kilómetros por eso, vinimos por tierra y autonomía! Eso inició cánticos con tambores que hicieron retumbar la casa presidencial. Tomamos por unos minutos la casa presidencial y desatamos ecos de lucha que quizás nunca clamaron antes ahí. Rememoramos el producto de estas caminatas que consolidaron territorios como el de los Altos de San Antonio y otros, como la finca recuperada donde está la plaza y donde se desarrolló la feria del 26 de marzo. Igual rememoramos el “fracaso” que fue apostar a un proyecto de ley y no haber ejercido “la autonomía de hecho”.

La feria fue un momento para entender y dar sentido a muchas semillas que sembramos sin tener idea de cómo iban a germinar, como crecerían y el fruto que darían. Son momentos que le dan a la vida un sentido que trasciende, la hace espiritual y colectiva. Es sentir que el trabajo que se hizo en días pasados, generó transformaciones y microhistorias de un gran trozo de las luchas de los pueblos indígenas.

Nos encontrarnos con Ernesto Jiménez Caballero, quien a mediados de los 90s cargaba con niños y niñas en sus brazos. Hoy en día, esos niños y niñas organizan la feria, con fincas orgánicas integradas a la cultura y gastronomía Ngäbe, y bailando el Jeguie (danza Ngäbe) con pasos nuevos. Ver las nuevas formas de artesanía, las plantas medicinales, las comidas llenas de nuevos ingredientes y colores, las innovaciones en los vestidos, el uso de la camisa de los hombres, la gran producción agrícola, las renovadas formas de intercambio o trueque. Sentimos que las nuevas generaciones son orgullosas y seguras de su linaje, bailando alegremente y con elegancia.

A pesar que hicimos un esfuerzo para convocar (comunicado) a la comunidad externa, no llegaron muchas personas de afuera, pero la feria es un ente vivo por sí mismo, la gente venía con la alegría del mercado a comer, comprar e intercambiar con sus vecinos. Había una variedad increíble de frijoles, tubérculos, chiles dulces, frutas. Por un lado, las niñas pedían a su familia que les compren vestidos tradicionales, mientras que por otro lado la gente comía y disfrutada las danzas con alegría. Hubo un momento para compartir y hablar en la intimidad de la comunidad y la confianza que nos dan estos 30 años de conocernos, reconocernos y acompañarnos.

Las palabras de doña Luisa Bejarano, lideresa y toda una institución dentro de la lucha del pueblo Ngäbe, relataron el gran libro, sencillo pero importante, del contexto ancestral del porqué lucha la cultura Ngäbe. Una historia que repasamos con la claridad que solo el tiempo trascurrido da, con la sencillez de lo simbólico dentro de muchas otras formas en que nos comunicamos. Con la alegría del momento donde renovamos los votos de lucha y de trabajo con la nueva generación, con un consentimiento libre y cariñoso de las abuelas y abuelos de la comunidad.

Esta feria la viene retomando la comunidad ahora saliendo de pandemia, dando un ejemplo claro y concreto de otro futuro real, de la esperanza que se construye concretamente desde abajo, de aprender desde el hacer y el compartir. La feria se desarrollará cada 15 días, es un espacio propio e íntimo del pueblo Ngäbe que abren para los que quieran leer, aprender y vivir esos otros futuros vivos que están construyendo para su pueblo, que merece y necesita el planeta y todos los seres humanos que somos parte de él.

Para más información de la Feria puede comunicarse con Lendor Jiménez del Comité de ferias 89448206. Las ferias se desarrollan cada 15 días de 8:30 AM a 5:30 PM en las siguientes fechas: 30 abril, 14 y 28 mayo, 11 y 25 junio, 9 y 30 julio, 13 y 27 agosto, 10 y 24 setiembre, 8 y 29 octubre, 5 y 26 noviembre y en 10 y 31 diciembre. Puede ver una muestra de la Feria en:
https://youtu.be/7Q6ByBuZN3c
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