martes, 12 de abril de 2016

Costa Rica Verde: “del mito al hecho hay mucho trecho”


Por Mauricio Álvarez

En síguete ensayo tratare de recuperar  algunas calves que alimenten, expliquen y se relacionen con la “verdificación” nacional.

El origen del nombre del país podría ser la piedra basal donde se asienta su “verdificación”, pero no es el único icono que interviene. Según una visión idílica, Cristóbal Colón llegó a nuestra exuberante costa, donde los indígenas estaban ataviados de oro. Este mito aún se reproduce una y otra vez en las celebraciones oficiales realizadas por las escuelas.

Pero, según el artista Dionisio Cabal (2008): “Ninguna prueba apoya la leyenda que atribuye el origen del nombre de nuestro país a riquezas que solo fueron imaginarias. Costarrica se consigna por primera vez en una cédula real de 1543, que relaciona a Diego de Gutiérrez con la posesión de "Veragua y Costarrica", 41 años después de la visita de Colón a nuestra rica costa del caribe. Quien cree que el Almirante de la Mar Océano sugirió el nombre, se sustenta en el 'blanqueamiento" de la historia”.

Esto es más evidente. Al revisar la fuente del relato, el lector se da cuenta de que Colón (1502) dijo: “Dos indios me llevaron a Carambaru, adonde la gente anda desnuda y lleva al cuello un espejo de oro; mas no le querían vender ni dar a trueque”. Nunca menciona Costa Rica, pero deja claro que los indígenas de estas tierras, a diferencia de los de otros relatos, no se deslumbraron por las “cuentas de vidrio”.

El sustrato de la “Costa Rica Verde (CRV)” también podría involucrar otros símbolos identitarios de la como la “blanquitud”, el hecho de ser la “Suiza centroamericana”, nuestro carácter “democrático” o el perfil de “igualiticos” y “pacifistas”; entrecomillados precisamente porque son mitos o construcciones oficiales, formuladas con el fin de cohesionar el Estado Nación.

Mitos creados en contraposición al indio belicoso, al negro rebelde, a la Centroamérica indígena negra, mestiza y guerrillera. Podríamos decir que esa otra es una identidad constituida por oposición, negación dialéctica de lo que se quiere ser.

Es difícil caracterizar a fondo cada uno de los mitos nacionales, pero trataremos de ubicarlos en torno al interés del ensayo.

Como define el antropólogo Borges (2004): “Los mitos son construcciones narrativas fabulosas y maravillosas, mediante los cuales, de generación en generación, se transmiten los valores que articulan la sociedad y los códigos de reproducción de la cultura que los une. Los hechos y personajes que dan origen al mito se pierden en el tiempo y el espacio y regularmente no hay posibilidad de verificar si fueron ciertos”.

Para Borges, el mito del pacifismo se expresa en la frase de resolver los problemas “a la tica”, la forma correcta costarricense, sin palos o piedras. Otra frase de contenido similar es “el que se enoja pierde” tan posicionada en la política electoral.

Para Lule (2005), citado por Quevedo (2013), el mito es una historia que expresa ideales, ideologías, valores y creencias que prevalecen en una sociedad, no es una falsa creencia o una historia irreal.

El mito del pacifismo se cimentó con el fin de la guerra civil, la abolición del ejército, la “neutralidad perpetua”, negando el autoritarismo, la represión y la militarización, que son características propias de nuestro modelo social. Esto no se corresponde con los miles de marines, buques de guerra equipados con helicópteros artillados y aviones de combate estadunidenses que entran año con año. Tampoco con las múltiples formas de violencia racista que sufren los pueblos indígenas del país.

Este mito fue reforzado con frases históricas como la de Sanguinetti (1989): “donde haya un costarricense, esté donde esté, hay libertad”. O, con más poesía, la de la japonesa Ryoichi Sasakawa (s.f.) “dichosa la madre costarricense que sabe, al dar a luz, que su hijo nunca será soldado”.

Si para Ortiz (1998): “la función del Estado es, fundamentalmente, la manufactura de la paz y la recaudación de impuestos”, podríamos observar que este postulado se hizo mandato, norma y mito.

Otro mito nacional es la figura del “meseteño”, eje del llamado “Vallecentralismo” (Cuevas, 2013). Es la incubadora donde se desarrolla la “blanquitud” y a “homogeneidad cultural” lejana y aislada de los otros, que son negros e indígenas, inexistentes, negados o reducidos a través de la folclorización.

Como lo dijera el ex presidente Rafael Ángel Calderón, en la II Cumbre Iberoamericana en España, durante una entrevista y en respuesta a una interrogante sobre la “conmemoración de los 500 años del Descubrimiento”: “En nuestro país no hubo derramamiento de sangre, ni enfrentamiento con España. Curiosamente, en Costa Rica no había población aborigen. Este país se forma de inmigrantes que empiezan a llegar hace poco menos que quinientos años. Humildes campesinos españoles que vinieron a trabajar y a forjar una nación de paz” (Urquisa, 1992).

La blanquitud y meseteñismo están ligados con el pacifismo o la paz social del idílico Valle Central, que para ser más mítico se trasformó en un valle con sus “crepúsculos arrebolados”, donde pasean por las tarde los hombres y mujeres blancos y pacíficos, por las partes parisinas de San José. Mientras tanto, en las costas habitan la negación y el oscurantismo venidos de África, los chinos y las invisibles comunidades indígenas.

A estos subalternos se les une el nicaragüense, “el otro” como define Sandoval (2002), citado por Cuevas (2009, p.222), que es el menos civilizado pero también es el indígena o negro al que se atribuye todos los males de la sociedad (Cuevas, 2009), el que no calza con los mitos. Lo anterior da origen a la eterna comparación con la miseria vecina, que nos permite planearnos como los menos pobres de Centroamérica.

Así como los conquistadores fundaban sus iglesias sobre templos indígenas, los mitos se fundan en una base real, que es vaciada o disimulada para seguir reproduciendo un orden social existente y dominar las lecturas que se realizan del pasado.

También debe tomarse en cuenta la visión de Zapata (2010), quien, al final de su trabajo sobre los Incas y la interculturalidad, señala muy acertadamente, al referirse a las otras caras de la dominación y a las reglas del más fuerte: “… justamente porque, desde nuestra perspectiva de la historia social, somos conscientes que por debajo de los intereses y estrategias de poder subyace una población explotada, invisibilizada y sin voz, que no accede a posiciones privilegiadas ni protagoniza centralmente este juego, pero que cuenta con las posibilidades materiales y simbólicas “desde abajo” para desplegar formas concretas de oposición, severas resistencias y fuertes contestaciones a este complejo proceso de ingeniería social”.

Entonces podríamos concluir que, si bien hay mitos oficiales y prefabricados, como estrategias o fines de dominación, también podríamos decir que estos tienen una base “desde abajo”, donde el tejido social organizado y crítico aprovecha el mito para denunciar las contradicciones más allá de su legitimación.

Como señala Ortiz (1998): “El debate sobre la identidad se encuentra, pues, permanentemente penetrado por intereses conflictivos. Es ilusorio imaginar la memoria nacional como el espacio ontológico de una identidad unívoca. En verdad, es una construcción cultural e ideológica, una selección, un ordenamiento de terminados recuerdos”

Entonces, para ahondar en el origen real de la CRV, es esencial buscar el sustrato subalterno, donde se asientan los otros íconos identitarios.

Por ejemplo, en contraposición a la historia eurocéntrica del nombre de Costa Rica, según Cabal (2008), el origen nombre es indígena, de las tierras de algún asentamiento principal de los “huetares de nombre similar a Co-querrica, Co-querrique , Co- taque-rrique o, ya españolizado, Costarrica”.

El mito de la Suiza Centroamericana se relaciona con una visión extranjera funcional, que implica la oposición de nuestro país al resto de la región. Así lo afirma Soto (2008), quien atribuye a los naturalistas europeos como Meagher y Francis, en escritos de 1858, el asociar la geografía, la política, las costumbres y el ambiente pacífico costarricense con el de Suiza. Sin embargo, desde una versión Americana, se relaciona con cómo cautiva nuestra biodiversidad a los extranjeros.

Ahí es donde podríamos ubicar las raíces del mito: por un lado, se deberían afinar las escalas, como sugiere la lectura de Castro (1994), pues nuestra región sí es un puente natural y un lugar de encuentro de las masas continentales del norte y el sur de América. Entonces, nuestra historia ambiental está ligada a la relación entre indígenas y afros, pero también a esa permanente entrada de naturalistas que fueron creando un discurso y un andamiaje de investigación y documentación acerca de la biodiversidad.

Un caso paradigmático que evidencia esa relación es la del geólogo Willian Gabb, quien llega a Talamanca 1857 con el fin de buscar petróleo y oro, por contrato del gobierno y bajo la instrucción de Minor Keith. El geólogo termina cautivado por la naturaleza y además tiene hijos con una indígena. Hoy en día, el apellido Gabb continúa propagándose por Talamanca.

Por otro lado, como afirma el escritor Quince Duncan (2002) acerca de la cultura afrodescendiente: “Ya para finales del siglo XIX gran parte de la población negra se ha integrado a la comunidad bribri, asumiendo la identidad indígena. Esta unión cultural posibilitó la resistencia, como dijo un funcionario de la compañía bananera que se quejaba de que “la gente que nos está dando problemas aquí [Talamanca] son casi todos jamaicanos y gente de afuera que se han establecido en nuestras tierras” (carta de Blair a Chittenden, circa 1918)”.

El autor añade que: “La presencia de los afrodescendientes en la zona de Limón, aporta de manera formidable a la conservación y al equilibrio ecológico porque dentro de su cultura tienden a convivir con la naturaleza. Las culturas negras e indígenas limonenses son las principales responsables de haber conservado el hábitat”.

Esta conciencia ha quedado patente en las luchas contemporáneas contra las exploraciones petroleras en el Caribe, en la férrea oposición a las exploraciones mineras en Talamanca (2009), contra la expansión bananera incontrolada o la desforestación y contra el establecimiento de una Marina en Puerto Viejo (2008). Tampoco es casual que, durante el referéndum (2007) sobre el CAFTA, Talamanca fuera uno de los cantones donde arraso el No al TLC, esto a pesar de la enorme campaña clientelista emprendida por el Sí. Todas estas luchas, surgidas a partir de finales de los ochentas, han evidenciado una resistencia sumamente autóctona, donde se ha quebrado el orden existente y se han resignificado los mitos.

El origen del mito de CRV está relacionado con el turismo y, como lo data Cuevas (2009), se enmarca en el momento histórico neoliberal de Costa Rica a partir de la década de los setentas, periodo en el que se ha vendido la imagen de un país protector del ambiente.

Los cimientos oficiales están reforzados por las campañas de turismo “Costa Rica, No Artificial Ingredients” (1996-1997) y, recientemente, “Esencial Costa Rica” (http://www.esencialcostarica.com). Además entra en juego el concepto del ecoturismo, que fusiona el Sistema de Parques Nacionales con las campañas turísticas y la voluntad de venderse en el exterior.

A raíz de este márquetin turístico, el índice del New Eco­nomics Foundation (NEF) ubicó a Costa Rica en el primer lugar entre los 149 países del Happy Planet Index (2009). Esta posición fue tan asumida y oficializada que ha quedado en el imaginario la ilusión de que seguimos ocupando el primer lugar, cuando se trata de un índice que cambia anualmente. En su página web (http://www.happyplanetindex.org/data/) hay un último registro de 2012, según el cual Cosa Rica comparte el primer lugar con Vietnam.

Este hecho evidencia que, a pesar de las nuevas tecnologías y el fácil acceso a la información, es sencillo posicionar un mito, aun cuando se funde en una situación pasajera.

Otro de los fundamentos del mito de CRV está en su Sistema de Parques Nacionales, que es uno de los principales atractivos para los turistas, y se ha asumido como estandarte de identidad nacional. El estado del Sistema de Parques Nacionales es crítico, pues quedó atrapado entre el Estado Benefactor y la reforma neoliberal, por lo cual los intentos de privatización no son nuevos, y su defensa ha sido otro fundamento de las luchas libradas por ecologistas y comunidades. En este caso también debe pelearse para acortar el rango de alcance del mito.

Según asegura Álvarez (2016): “adeudamos más de 100 mil millones en tierras que conforman parte de los parques nacionales no pagadas a sus propietarios originales, y con mil millones al año, presupuesto adjudicado al MINAE para pagar esta deuda, tardaríamos 100 años saldándola; esto sin contar intereses”. Para el autor, la imagen del país esta pasado del color “verde” al rojo sangre, rojo vergüenza, en relación con las políticas del actual gobierno en cuanto a áreas marinas protegidas.

La defensa del ambiente ha generado una amplia participación de comunidades. Esto queda registrado en el Estado de la Nación (2003), que contabilizó 486 acciones colectivas o protestas sobre asuntos ambientales entre 1994 y 2013. Las comunidades fueron las protagonistas de casi la mitad de esas acciones, ejemplificadas por movimientos de alcance nacional, como el de Sardinal de Guanacaste en 2007, la defensa del Golfo Dulce contra la transnacional Stone Forestal en 1994, el triunfo de la lucha contra la minería de Industrias Infinito en Crucitas, dada entre 1994 y 2004 o, recientemente, la defensa del agua en Potrero Grande (2014) y Guacimal (2016).

El tema ambiental ha convocado la realización plebiscitos en defensa del agua en Sarapiquí (2000), Guácimo (2001) y Turrialba (2005), así como los proyectos de ley por iniciativa popular -mediante la recolección de miles de firmas- para tener una legislación de vida silvestre (2013) o una de aguas, mediante. A través del mismo instrumento de solicitar un referéndum, en 2008 se lograron juntar más de 100 mil firmas para someter a consulta la aprobación del Convenio UPOV. También ha sido un hito histórico el expresado en 75 declaratorias de municipios libres de transgénicos. A nivel municipal, se han dado acuerdos y moratorias en defensa del agua en Guácimo (2008), Pococí (2012), Coto Brus (2014), Buenos Aires (2013) y Upala (2015).

Estas acciones colectivas están sustentadas en una amplia movilización y participación social, como reseña Álvarez (2015): “un estudio en 1998 había identificado más de 10 mil organizaciones con agenda o gestión ambiental en Costa Rica y fue actualizado por la Dirección de Sociedad Civil del MINAE (2001) arrojando un resultado de 14 mil organizaciones de diversa naturaleza”.

Estas luchas han tenido un enorme costo, según Alvarez (2016): “son más de 75 tipos de agresiones contra defensores del ambiente en las últimas décadas. Consideramos que hay una tendencia clara en contra de la libertad y la vida de activistas ambientales. Estos casos incluyen 18 relacionados con demandas individuales y 7 demandas colectivas contra más de 36 activistas procesados por defender el ambiente y derechos comunitarios. Además de formas de persecución y amenazas documentadas, que incluyen al menos: 20 atentados o ataques directos, 10 incendios a casas o locales, 20 casos de amenazas de muerte. Toda esta violencia ha culminado en los asesinatos de 11 defensores y defensoras del ambiente que se perpetraron entre 1975 y 2014, y la mayoría de los cuales aún se mantiene en la impunidad”.

Estos hechos fueron parte importante para que, por segundo año consecutivo, Costa Rica quedara fuera de la lista de destinos turísticos éticos emitida en el 2015 por Ethical Traveler. Entre otras razones aducidas por esta fundación, en Costa Rica –a pesar de ser un país valorado por su belleza escénica- se intimida la vida de ambientalistas.

Ethical Traveler (2016) realiza cada año una investigación para evaluar países en materia social y ambiental, a partir de estadísticas oficiales, índices internacionales, visitas y entrevistas. Luego de esto, elaboran una lista de los diez destinos que mejor cumplan con las normas éticas para viajar, como promoción de los derechos humanos, preservación del ambiente y apoyo al bienestar social y animal. En años anteriores (2006, 2008, 2011, 2012 y 2013) el país figuró como uno de los diez primeros destinos éticos del mundo, incluso lideró esta lista en 2013.

Como se puede concluir, del mito al hecho hay bastante trecho. Los mitos pueden ser creados, recreados y desechados por un discurso o visión oficial de la identidad, pero es en los actores subalternos donde podrían encontrarse las bases de esa identidad hegemónica que se intenta acomodar o manipular desde el statu quo.

Esta identidad funciona como un arma de doble filo del poder, ya que, si bien crea el mito de la “verdificación”, los de abajo lo toman para resignificarlo y denunciar su falta de consistencia; pues, a diferencia de los mitos fundantes, este data de tiempos recientes y sigue estando en disputa.

Si partimos de que la identidad es un poseso en construcción y en disputa, podemos concluir que el mito de la verdificación nacional no es solo un discurso oficial, sino también una construcción de muchos grupos sociales, ecologistas, feministas, populares, comunidades de campesinos y pueblos indígenas y negros.


Referencias

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Alvarez Mora Mauricio (2016). “Parques Nacionales: la gallina de los huevos de oro que todos quieren ¿conservar, manejar o saquear?”. Consultado en http://www.informa-tico.com/25-08-2015/parques-nacionales-gallina-huevos-oro-todos-quieren-conservar-manejar-o-saquear

Borge Carvajal, Carlos (2004). “Igualiticos y pacifistas, perrera y juicio” http://wvw.nacion.com/ln_ee/2004/diciembre/30/opinion5.html

Cabal Dionisio (2008). “‘Costarrica’, nombre indígena.” Consultado en: http://wvw.nacion.com/ancora/2008/mayo/11/ancora1528920.html

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Cuevas Molina Rafael (2009). “De Banana Republics a Repúblicas Maquileras”, Universidad Estatal a Distancia (EUNED).

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Ortiz, Renato. (1998). “Modernidad –mundo e identidad”, En Otro territorio-ensayos sobre el mundo contemporáneo, Bogatá.

Quevedo Stuva María Inés (2013) Narrativas noticiosas: mitos e identidad. Consultado en: http://revistas.upc.edu.pe/index.php/pozo/article/view/226/181

Soto Quirós, Ronald, "Imaginando una nación de raza blanca en Costa Rica: 1821-1914". Consultado en http://alhim.revues.org/2930

Urquisa Alonso (1992). “Entrevista con Rafael Ángel Caderón Founier , Presidente de Costa Rica”, en ABC de España. pg 41. Consultado en: http://hemeroteca.abc.es/nav/Navigate.exe/hemeroteca/madrid/abc/1992/07/23/041.html

Zatapa Hernán Horacio Miguel (2010). Los Inkas frente al problema de la Intercultural. Una introducción al estudio de la configuración del Tawantinsuyu en contextode diversidad étnica y cultural.Siglos XIV-XVI”

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