Malas decisiones de gobierno, huérfanas de una política integral para el mar, han desatado polémica y decepción popular. Marzo aún no concluye pero ha sido suficiente tiempo para que el azul profundo del mar y los brillantes matices de nuestras playas se opacaran por acciones que van desde la destrucción en zona marítima terrestre hasta matanza de tiburones en Isla del Coco, un claro retroceso ambiental en las políticas de protección al mar.
Para la inauguración de APM Terminals se efectuó una tala rasa en la zona marítima terrestre, incluido el refugio de vida silvestre y hogar de Jairo Mora, que pareciera haber sido una molesta mancha que querían limpiar antes que llegara el presidente y se tomaran las fotos del histórico evento de llegada del “progreso” a Puerto Moín.
El brillo de las sonrisas dibujadas en los rostros de nuestras autoridades, espejo de los destellos de la mueca colonialista de los holandeses, siempre quedará opacado por un proceso que “torció” leyes para aplanar a la fuerza el camino y llegar a la foto del inicio de un meganegocio donde no es importante proteger nuestro patrimonio natural.
Pero la sangre de la playa Moín no se pudo lavar del todo y el hogar de Jairo Mora –por una medida cautelar-aún será testigo de las primeras tortugas de la temporada. Ellas reconocerán que la muerte, disfrazada con traje de desarrollo, estuvo allí y mató el humedal, su guardián y toda fuente de vida.
Marzo no termina y el desastre no se queda en tortugas y humedales muertos, luego del destape de la matanza de tiburones, el escándalo llegó hasta los 15 metros de profundidad dejando mortandad a causa de pesca de arrastre promovida por esta administración, sí por el supuesto gobierno del Pacto Ambiental, el supuesto gobierno del cambio.
No se puede explicar tanta torpeza orquestada tratando de defender lo indefendible: la exportación de aletas de tiburón martillo. Un cura multiplicando los peces o mejor dicho las aletas, confundiendo kilos secos con húmedos y tratando de maquillar flota semi industrial y hacerla pasar por pobres pescadores artesanales, la ética y el honor del director del Sinac quedó en entredicho, por no decir algo peor, porque habiendo dirigido un posgrado en derecho ambiental, violó de la manera más elemental el principio precautorio y convenios internacionales que recitaba de memoria en sus clases, y el viceministro de Aguas y Mares que ante la acusación de que los tiburones cazados provenían de la Isla del Coco acusó a los guardaparques de alucinadores y una viceministra que mientras todo este desastre ocurría preparaba una rica lasaña de tiburón para Rodrigo Arias. Como si fuera poco el director de la orquesta no entendió nunca lo que pasó y siguió en su olimpo del noveno piso del Minae alistando sus maletas para salir a Europa sin dimensionar el daño que con su propia indiferencia se hizo a sí mismo, le hizo al Presidente y peor aún al país.
El mismo día que en marchamos al Minae anunciaban que iban a impulsar la pesca de arrastre, aún cuando en el Congreso está dictaminándose en Comisión de Ambiente un proyecto que busca prohibir esta forma de minería que arrasa con cualquier forma de vida en el mundo submarino.
Y así se descubre la falsedad del argumento que el movimiento ecologista está en contra de los pescadores artesanales –quienes nada tienen que ver con el negocio de las aletas de tiburón- pues salimos unidos a rechazar esta falta de ciencia, coherencia y parcialidad con que el gobierno a defiende a los industriales de la pesca.
Parecen seguir un manual de la oposición para dejar sin cabeza al Minae y de paso hundir al Presidente de la República en el mismo valle de sombras en el que quedó su antecesora, del que solo se sale sin la banda presidencial.
Eso sí, lograron en estas semanas unirnos y sacar a marchar juventudes políticas de izquierda y derecha junto a los ecologistas conservadores con los chancletudos, además de una ciudadanía que no ahorra en insultos por el enojo que tiene con las autoridades y clama con vehemencia contra estas claras acciones de guerra contra los mares.
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