lunes, 10 de junio de 2013

Exigimos protección para los ecologistas


Por Mauricio Álvarez Mora.

El caso del reciente atentado contra Alcides Parajeles, nos hace recordar el reciente asesinato de Jairo, pero además, el de –al menos- ocho personas más. Entre esas, a la ambientalista canadiense Kimberly Blackwell quien fuera asesinada a finales del 2011 en la Península de Osa. Justamente, en esta exuberante región, donde afloran todas las contradicciones socio-ecológicas de nuestro país.

La chocolatera – como se conocía a Kimbely por la fabricación de chocolate casero- tuvo varios enfrentamientos con cazadores ilegales y se presume que por venganza la mataron. Inclusive, un cazador de la localidad estuvo en prisión preventiva como sospechoso de su asesinato. Pese a la presión de la familia, quienes contrataron un investigador privado, la embajada y hasta el primer Ministro canadiense, desconocemos si hubo condena por este caso.

La defensa del ambiente en Osa ha estado ligada a una serie de incendios, atentados, amenazas y asesinatos. Un incendio, cuyas causas no fueron esclarecidas satisfactoriamente por la investigación oficial, de los compañeros Oscar Fallas, Jaime Bustamante y la compañera María del Mar Cordero, dirigentes de la Asociación Ecologista Costarricense (AECO), el 7 de diciembre de 1994 tras una victoriosa campaña de la AECO frente a la multinacional maderera en la Península y, meses después, la muerte de David Maradiaga tras una misteriosa desaparición de tres semanas.

También se han dado conductas de represión y el arresto de los ecologistas, en una marcha pacífica para demandar una moratoria a la desforestación en la Península de Osa realizada en febrero de 1999 en ella, participamos varios ecologistas que pertenecimos a la Asociación Ecologista Costarricense (AECO). Mientras la manifestación se efectuaba se le prendió fuego a sede policial de Rancho Quemado de Osa.
En 2009 fue incendiada la Oficina del Minae del Área de Conservación Osa, en Palmar Norte. Las oficinas dañadas contenían expedientes sobre investigaciones de talas en zonas protegidas. Mientras que en 2010, el ambientalista Carlos León, que ha denunciado anomalías ambientales, sufrió un atentado en su casa que fue incendiada, aunque no hubo víctimas fatales. Otros incendios fueron en la Asociación para el Desarrollo del Parque Marino (2006) y en la casa de los guardaparques en Bahía Ballena (1995).

Ante estos antecedentes, los cuales resultan alarmantes a la vez que bastante numerosos, solicitamos alguna medida cautelar de protección a favor de don Alcides. Además, reiteramos nuestra petición para que el Gobierno establezca, con urgencia, la “Comisión de la Verdad” que pueda atender estos casos y que desplegar un dispositivo de protección para los activistas en el campo ambiental.

Hace semanas presentamos esta propuesta, y no queremos esperar hasta el próximo atentado o asesinato para que el Gobierno entienda la urgencia de conformar este espacio. Solo tratando de identificar como operan los perpetradores y las formas para revertir esta tendencia podremos erradicar la impunidad. De lo contrario, por omisión, el Estado se convierte en cómplice de estos grupos y de su afán por destruir la vida y a sus defensores.

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